A 10 años del histórico 3 de junio de 2015, la sociedad argentina vuelve a gritar “Ni Una Menos”. Los procesos de envejecimiento de las mujeres continúan siendo vulnerables por múltiples factores. La violencia contra las adultas mayores se sustenta habitualmente en estereotipos y prejuicios sobre la vejez y en una tendencia social a la exclusión; la mayoría de las muertes son cometidas a golpes. En este marco, dialogamos con Raquel Vivanco, directora del Observatorio “Ahora que sí nos ven” y coordinadora general de este informe que recopila datos de los últimos 10 años.
– El Observatorio de las Violencias de Género “Ahora Que Sí Nos Ven” cumple 10 años de monitorear una de las problemáticas más dolorosas de nuestra sociedad. En este período, las cifras que arrojan son escalofriantes.
– Raquel Vivanco: Así es. Entre el 3 de junio de 2015 y el 25 de mayo de 2025, hemos registrado al menos 2827 femicidios en Argentina. De estos, 2543 fueron femicidios directos contra mujeres (cis y lesbianas), y 284 fueron femicidios vinculados que afectaron a mujeres y varones. Esto significa que, en estos diez años, lamentablemente, hubo un femicidio cada 31 horas. Es una cifra que nos golpea y nos muestra la persistencia de esta violencia.
– Más allá de estas cifras directas, también han comenzado a visibilizar otras formas de violencia usualmente negadas o invisibilizadas.
– RV: Exacto. A los femicidios y femicidios vinculados, debemos sumar los 41 casos de transfemicidios y travesticidios que hemos reportado desde el 1 de enero de 2020. Sabemos que este número es una subestimación de la realidad, ya que la invisibilización mediática de los crímenes de odio es un obstáculo enorme. Además, hemos incorporado la categoría de “instigación al suicidio” para casos donde mujeres, travestis y personas trans se quitaron la vida como consecuencia de haber atravesado situaciones de violencia de género, o cuando su entorno cercano duda de que haya sido una decisión autónoma. Hemos relevado 5 casos bajo esta categoría.
– Un dato que se mantiene constante a lo largo de estos años es el lugar donde ocurren la mayoría de los femicidios.
– RV: Lamentablemente, sí. El 64% de los femicidios ocurridos en esta década tuvo lugar en la vivienda de la víctima o en la vivienda que compartían con el agresor. En menor medida, el 23% ocurrió en la vía pública y el 4% en la vivienda del agresor. Esto reconfirma lo que venimos diciendo hace años: el lugar más peligroso para las mujeres sigue siendo su propio hogar. Las cifras reflejan una realidad cruda y persistente, pero se agudiza dramáticamente con el contexto actual. El gobierno de Javier Milei ha impulsado una agenda regresiva en materia de derechos humanos, con un desfinanciamiento alarmante de políticas claves de prevención y atención de las violencias de género. A esto se suman discursos negacionistas que naturalizan o banalizan estas violencias, lo que, por supuesto, incrementa los riesgos para nuestras vidas. En este marco de precarización extrema, con un Estado que no solo se retira, sino que vulnera sistemáticamente los derechos conquistados, el recrudecimiento de la violencia machista se hace cada vez más visible.
– Un aspecto crucial del informe es el foco en las personas mayores, un grupo etario que viene siendo anulado económica, política y culturalmente. ¿Qué datos y particularidades encontraron en los femicidios de mujeres mayores de 60 años?
– RV: Efectivamente, es fundamental que se reconozcan los derechos de este grupo y es indispensable focalizar en las mujeres adultas mayores para visibilizar las particularidades de un grupo que enfrenta mayores dificultades para acceder a la justicia. La violencia contra ellas se sustenta en estereotipos y prejuicios sobre la vejez, y en una tendencia a la exclusión de quienes se consideran “improductivas”. La interseccionalidad entre el envejecimiento y la violencia de género las hace sufrir maltrato psicológico, físico, económico, simbólico y sexual. La mayoría de las veces, son sus vínculos de pareja, familiares directos o personas de su entorno cercano quienes ejercen esta violencia, lo que la invisibiliza y naturaliza.
En nuestro relevamiento desde el 1 de enero de 2020 hasta el 25 de mayo de 2025, si bien la pareja es el femicida en el 38.3% de los casos, a diferencia de otros grupos etarios, el 24.6% de los femicidios de mujeres mayores de 60 años fueron cometidos por familiares directos, como hijos, nietos o bisnietos. El reciente caso de Clelia María Galarza, de 87 años, asesinada por su bisnieto de 17, ilustra cómo la violencia de género puede ser perpetuada transgeneracionalmente en el ámbito familiar, con femicidas cada vez más jóvenes.
– Un dato impactante es la forma en que se cometen estos crímenes en esta franja etaria…
– RV: Totalmente. Es alarmante que el 30.5% de los femicidios en adultas mayores de 60 años se cometen a golpes. Este porcentaje es significativamente superior al de mujeres entre 21 y 40 años, donde los golpes representan el 9.5% de los casos. Esto subraya la fragilidad de estas víctimas y que el instrumento de agresión preponderante es la fuerza física.
– ¿Cuáles son los principales factores de vulnerabilidad que observan en este grupo?
– RV: Los factores son múltiples: la dependencia económica, el deterioro psico-físico, un mayor aislamiento y soledad, la falta de apoyos y redes sociales, la invisibilidad y falta de detección de la violencia, y los menores accesos a los servicios de justicia. Todos estos elementos hacen que las mujeres adultas mayores sean un grupo especialmente vulnerable a las violencias de género.
– Raquel, a 10 años del primer “Ni Una Menos”, la lucha sigue siendo urgente.
– RV: Sin duda. A 10 años de aquella gesta histórica, volvemos a gritar: Ni Una Menos. La situación es crítica y exige una respuesta contundente del Estado y de toda la sociedad.
Informe completo: Ni una menos, 10 años. Observatorio Ahora que sí nos ven
