Argentina: La salida de la pandemia NO será viejista


Este martes 14 de julio, en diálogo con el diputado Álvaro Lamadrid a través de Instagram LivePatricia Bullrich sostuvo que “el principal foco de mortalidad se concentra en los hogares de ancianos” y que “si cuidamos a la gente mayor podemos empezar a levantar la cuarentena”.

En principio, puede parecer un llamado inocente a reiniciar algunas actividades, pero cuando nos preguntamos con mayor precisión a qué está apuntando la presidenta del PRO, nos encontramos con criterios poco claros acerca de lo que significa cuidar. Al mismo tiempo, Bullrich concentra la cuestión en un único grupo de edad, desestimando a quienes sin ser mayores tienen comorbilidades que los hacen susceptibles de padecer las consecuencias más graves de este virus.

Resulta paradójico e indignante que Bullrich proponga cuidar a quienes, durante la gestión de la que formó parte, se descuidó sin reparos. Vale nuevamente la pregunta: ¿qué es cuidar para ella? ¿Confinar a las personas mayores indeterminadamente? Algunos referentes del mundo se pronunciaron al respecto. Angela Merkel señaló al respecto que: «Encerrar a nuestros mayores como estrategia de salida a la normalidad es inaceptable desde el punto de vista ético y moral”. E incluso organismos nacionales e internacionales llamaron a tomar medidas desde un enfoque de derechos humanos, con propuestas de protocolos y recomendaciones inclusivos y no segregacionistas, que Bullrich parece desconocer. 

La ex Ministra de Seguridad de Cambiemos también dijo estar preocupada y tener miedo de que tras la pandemia “quede un Estado Omnipotente y la gente empobrecida”. Desmemoriada, Bullrich no recuerda el incremento supino que tuvieron los medicamentos consumidos por las personas mayores durante el gobierno macrista ni la quita insensible de los remedios gratuitos por parte de PAMI. Ella se olvidó también de la enorme pérdida de poder adquisitivo de los haberes jubilatorios que llevó a la Argentina de ser el país que tenía la jubilación mínima más alta de Latinoamérica a tener una de las más bajas. Sería conveniente, además, que revise los datos brindados por la Universidad Católica que señalan que, entre 2017 y 2019, la pobreza aumentó el 40, 8% y el nivel de indigencia se duplicó a casi un 9%. Cifras que marcan, como mínimo, una clara “falta de cuidados”.

Bullrich llama a concentrarse en los “hogares de ancianos”. Este intento de segregar a un grupo poblacional, dejando a otros de lado, parece una estrategia de culpabilización clásica de los gobiernos totalitarios que lleva a considerar que todo esto sucede por culpa de las personas viejas en detrimento de las más jóvenes. Considerar a otros/as con comorbilidades nos rompería la ilusión de confinamiento y nos mostrarían el riesgo que habita en toda la población. Aun cuando estadísticamente la letalidad suceda más en mayores. El intento de acotar a un grupo determinado, y dentro de este, a los que viven en residencias para personas mayores (que son sólo el 1.8% en nuestro país), parece una reducción caprichosa del riesgo de la pandemia para el conjunto de la población.

Desde una perspectiva de derechos, la propuesta de Bullrich nos enfrenta al viejismo, a una clara discriminación al colectivo de personas mayores lo cual, según la CONVENCIÓN INTERAMERICANA SOBRE LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS PERSONAS MAYORES, a la que nuestro país adhiere, señala en su artículo 5 que: “Queda prohibida la discriminación por edad en la vejez. Los Estados Parte desarrollarán enfoques específicos en sus políticas, planes y legislaciones sobre envejecimiento y vejez, en relación con la persona mayor en condición de vulnerabilidad y aquellas que son víctimas de discriminación múltiple, incluidas las mujeres, las personas con discapacidad, las personas de diversas orientaciones sexuales e identidades de género, las personas migrantes, las personas en situación de pobreza o marginación social, los afrodescendientes y las personas pertenecientes a pueblos indígenas, las personas sin hogar, las personas privadas de libertad, las personas pertenecientes a pueblos tradicionales, las personas pertenecientes a grupos étnicos, raciales, nacionales, lingüísticos, religiosos y rurales, entre otros”.

Definitivamente, la salida de la pandemia NO será viejista. En Algec nos posicionamos desde este marco para proponerle a la ex ministra, por un lado, que revise los datos y las cifras que la gestión de su gobierno dejó “como legado” a las personas mayores para preguntarse y reflexionar acerca de qué es cuidar, y por el otro, que lea con compromiso las leyes de nuestro país, en especial la 27.360, que brinda los conceptos desde donde abordar los temas vinculados a la vejez y el envejecimiento y enumera detalladamente todos los derechos con los que cuentan las personas adultas mayores en Argentina.

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