Afrontar colectivamente los abusos y maltratos para construir vejeces dignas


Hace 12 años la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) establecía el 15 de Junio como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Tal reconocimiento permitió ordenar la agenda de acciones de los diferentes gobiernos y organizaciones de la sociedad civil que trabajaban y trabajan a favor de la promoción y consolidación de los derechos humanos de las personas mayores en el mundo, pero, sobre todas las cosas, tal reconocimiento marcó el compromiso de los países de visibilizar y abordar una problemática compleja y amplia.

¿Por qué es compleja? En primer lugar, porque el abuso y el maltrato no siempre es sencillo de identificar y, mucho menos, de combatirlo. De hecho, se encuentran entre las violaciones de los derechos humanos más ocultas y subrepresentadas, según Naciones Unidas. Claro que la violencia física y sexual, y menos veces la psicológica, no permite dudas, pero ¿qué hay de aquellas situaciones pequeñas y cotidianas de maltrato y destrato que viven y naturalizan las personas mayores cotidianamente en numerosos espacios? En el supermercado, en el transporte público, en las calles, los bares, los consultorios, en residencias de larga estadía, en los propios hogares, entre otros. 

En segundo lugar, es compleja, porque en la mayoría de los países no hay investigaciones o datos disponibles y actualizados al respecto. Esta escasez de información y de acciones específicas para obtenerla, ¿puede responder a una idea cultural hegemónica que estigmatiza, subestima y subvalora a las personas mayores? Es una posibilidad. Sin embargo, su complejidad radica especialmente en la multicausalidad de la violencia que se acentúa con la superposición de desigualdades y vulneraciones durante el curso de vida. 

Lo paradójico es que los datos demográficos abundan y alertan sin demasiado éxito a la hora de generar más abordajes e investigaciones. Quienes escuchan por primera vez las cifras de personas mayores violentadas en el mundo suelen sorprenderse (141 millones de personas en todo el mundo sufren abusos), sobre todo al conocer la “revolución de la longevidad” de un grupo poblacional que no para de crecer en todos los países del mundo. Lo paradójico es que, ante un grupo que será protagonista de una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, cueste tanto avanzar en la construcción de sociedades inclusivas e integradas desde una perspectiva de envejecimiento. Una suerte de paradoja de la humanidad. 

¿Cómo planificar acciones y políticas públicas concretamente contra la violencia? No es una tarea sencilla porque la problemática del abuso y el maltrato debe ser abordada desde un enfoque interseccional, es decir, atendiendo todos aquellos factores que no sólo condicionan a las personas mayores en su vida presente, sino que las han venido marcando durante todo su proceso de envejecimiento. Por lo tanto, dicho abordaje deberá también realizarse en un contexto cultural que construya y reconozca al envejecimiento como “un proceso natural que debe ir acompañado de seguridad, dignidad y permanencia del disfrute de la vida, la salud, la integridad y la participación social”, en sintonía con lo que postula la Convención Interamericana, ya que el maltrato y el abuso a las personas mayores no constituyen sólo hechos privados, sino una problemática social, con responsabilidades comunitarias pero, sobre todo, institucionales. 

¿Se requiere mucho trabajo y presupuesto? Es crucial la disponibilidad de recursos y determinación. Mucho más ahora, tras haber transitado una pandemia que deja un escenario con muchas incógnitas a nivel mundial, con señales de lo “post”, pero frente a la retracción de avances y logros en torno a la vejez y el envejecimiento (en este caso) que atentaron y depreciaron el piso de derechos para un grupo que siempre luchó y continúa luchando contra múltiples formas de exclusiones. 

¿Cuál es la propuesta? Afrontar colectivamente los abusos y maltratos para construir vejeces dignas. Tamaña tarea implica llevar a cabo numerosas acciones colectivas, coordinadas y oportunas, entre las que se pueden enumerar:

  • Sensibilizar a toda la sociedad sobre el maltrato, el abuso y la violencia en la vejez. 
  • Difundir la noción de viejismo/edadismo en todas las franjas etarias (el Informe Mundial sobre el Edadismo, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), señala que “el edadismo se inicia en la infancia y se refuerza con el tiempo”). 
  • Investigar, construir datos sobre los tipos y formas de maltrato que sufren las personas mayores en los distintos espacios de la vida comunitaria: hogar, establecimientos públicos, residencias, entre otros.
  • Deconstruir la idea hegemónica de la vejez que la consolida sistemáticamente como vulnerable y dependiente, a partir de la promoción de una cultura del buentrato.
  • Capacitar a decisores y cuadros políticos y profesionales de diferentes disciplinas acerca del abuso y el maltrato, y sobre el diseño e implementación de acciones de buentrato hacia las personas mayores. 
  • Abogar por los derechos de las personas mayores en grupos de todas las edades, interpelando a todas las personas en tanto sujetos envejecientes..
  • Fomentar la creación de espacios y dispositivos de denuncia coordinados en diferentes ámbitos y niveles que garanticen el acceso a la justicia de manera segura y oportuna a personas mayores víctimas de violencia.    

Afrontar colectivamente implica asumir la problemática del abuso y el maltrato como un tema personal y social al mismo tiempo. No es “eso” que le sucede a “otra persona” cuando llega a la vejez. Construir vejeces dignas – presentes y futuras – requiere de acciones urgentes de cada sociedad en su conjunto. 

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